Inicios
Hace muchos años aprendí que el escribir era una forma de salvarme, de gritar, de curar las heridas. Bien recuerdo que cuando estaba en el colegio, hice un panfleto quejándome sobre lo que estaba pasando en el plantel educativo que me "formaba para la vida". Estaba en décimo y estaba en clase de trigonometría cuando salí a pegarlo en las puertas de los salones. A la hora del descanso con emoción salí a enfrentarme al panorama de que alguien había tenido el "placer" de leerle, al instante comprendí que no quedaba rastro de mi panfleto, lo habían desaparecido como si jamás hubiese sido escrito. Las investigaciones iniciaron ese mismo día, por impulso loco (de esos que me atacan solo a mí) me acerqué a la psicóloga del colegio y me quejé. Realmente me parecía absurdo que no hubiesen dejado que mis compañeras lo hubiesen leído. (Aunque, hoy en día soy consciente que ese era un imposible, realmente superaba la media página de extensión). Recuerdo las charlas que tuve...