Inicios
Hace muchos años aprendí que el escribir era una forma de salvarme, de gritar, de curar las heridas.
Bien recuerdo que cuando estaba en el colegio, hice un panfleto quejándome sobre lo que estaba pasando en el plantel educativo que me "formaba para la vida". Estaba en décimo y estaba en clase de trigonometría cuando salí a pegarlo en las puertas de los salones. A la hora del descanso con emoción salí a enfrentarme al panorama de que alguien había tenido el "placer" de leerle, al instante comprendí que no quedaba rastro de mi panfleto, lo habían desaparecido como si jamás hubiese sido escrito.
Las investigaciones iniciaron ese mismo día, por impulso loco (de esos que me atacan solo a mí) me acerqué a la psicóloga del colegio y me quejé. Realmente me parecía absurdo que no hubiesen dejado que mis compañeras lo hubiesen leído. (Aunque, hoy en día soy consciente que ese era un imposible, realmente superaba la media página de extensión). Recuerdo las charlas que tuve con la señora, de esas conversaciones que forman carácter, porque son el reflejo de lo que NO quieres ser. Sí, eso fue dicha señora para mí. Jamás fui ese tipo de estudiante o persona que sobresale, siempre he pasado como una más del montón, nunca participé en nada, ni levanté mi voz para expresarme, durante mucho tiempo me mantuve igual, no puedo decir que haya cambiado por completo, pero al menos hoy en día tengo pequeños detonantes.
Después de ese panfleto, inicié un viaje que me cambió la vida. La palabra como tabla de salvación, como forma de expresión. He contado muchas historias, algunas no han visto la luz (la gran mayoría) y muy pocas han sido leídas por otros. Este es el único espacio improvisado que me ayuda a sacar los pensamientos de mi cabeza, de mi corazón, de mis sábanas. Y este ha sido siempre el espacio más banal y descuidado de todos los que manejo. Lo más curioso es esto, una vez, alguien me dijo, que todo lo que escribía necesitaba ver la luz, así fuera malo, que alguien, algún día, se enamoraría de mis letras, de quien soy cuando escribo. Por el momento, sigo escondiéndome de a pocos y dejando salir de otras formas quien soy.
Quizá las palabras no van a cambiar el mundo, pero en algunos casos ayudan a construir un mundo mejor, sólo por eso escribo.
Bien recuerdo que cuando estaba en el colegio, hice un panfleto quejándome sobre lo que estaba pasando en el plantel educativo que me "formaba para la vida". Estaba en décimo y estaba en clase de trigonometría cuando salí a pegarlo en las puertas de los salones. A la hora del descanso con emoción salí a enfrentarme al panorama de que alguien había tenido el "placer" de leerle, al instante comprendí que no quedaba rastro de mi panfleto, lo habían desaparecido como si jamás hubiese sido escrito.
Las investigaciones iniciaron ese mismo día, por impulso loco (de esos que me atacan solo a mí) me acerqué a la psicóloga del colegio y me quejé. Realmente me parecía absurdo que no hubiesen dejado que mis compañeras lo hubiesen leído. (Aunque, hoy en día soy consciente que ese era un imposible, realmente superaba la media página de extensión). Recuerdo las charlas que tuve con la señora, de esas conversaciones que forman carácter, porque son el reflejo de lo que NO quieres ser. Sí, eso fue dicha señora para mí. Jamás fui ese tipo de estudiante o persona que sobresale, siempre he pasado como una más del montón, nunca participé en nada, ni levanté mi voz para expresarme, durante mucho tiempo me mantuve igual, no puedo decir que haya cambiado por completo, pero al menos hoy en día tengo pequeños detonantes.
Después de ese panfleto, inicié un viaje que me cambió la vida. La palabra como tabla de salvación, como forma de expresión. He contado muchas historias, algunas no han visto la luz (la gran mayoría) y muy pocas han sido leídas por otros. Este es el único espacio improvisado que me ayuda a sacar los pensamientos de mi cabeza, de mi corazón, de mis sábanas. Y este ha sido siempre el espacio más banal y descuidado de todos los que manejo. Lo más curioso es esto, una vez, alguien me dijo, que todo lo que escribía necesitaba ver la luz, así fuera malo, que alguien, algún día, se enamoraría de mis letras, de quien soy cuando escribo. Por el momento, sigo escondiéndome de a pocos y dejando salir de otras formas quien soy.
Quizá las palabras no van a cambiar el mundo, pero en algunos casos ayudan a construir un mundo mejor, sólo por eso escribo.
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