15 de Junio

Esta es de esas historias que uno cree que nunca va a escribir o que en algún momento comenzó a escribir, pero quedó en veremos y hoy, hoy te regalo mis letras. Si, a ti lector desconocido. Te doy mis letras porque no tengo más que ofrecerte.

Hoy hace cuatro años tomé una decisión que me cambió la vida. De esas decisiones que todo el mundo te dice que no lo hagas pero aún así lo haces, de esas experiencias a las que nadie les da futuro pero terminan teniendo más futuro de lo que tu crees. Si, esto puede terminar siendo una historia de amor, de como alguien en algún momento cambió un beso por una fresa y la engulló sin saber en lo que se metía.

***

"Si pudiera darte algo en el mundo, te daría mi vida, sin pensarlo dos veces". Esas eran las palabras que repetía cada vez que pensaba en un día como hoy, mientras observaba al infinito y sentía todo ese peso que le había quedado en su antigua maleta de viaje, ese peso que se le acumulaba. Días como hoy la existencia se le volvía pesada. El aire no llegaba a sus pulmones, se sentía una persona más en este mundo, un alma más en el Universo y no encontrar el sentido es lo peor. Se repetía a cada momento.

Silencio, busco silencio, esa era su frase preferida durante toda esta historia y ahora que lo encontró, lo único que quería era la bulla de su risa, el palpitar de su corazón. -Silencio, busco silencio- se repitió de nuevo, mientras que esa dulce melodía sonaba. Esa que dedicó cuando ya no había nada que hacer, cuando ya todo estaba dicho.

Se dedicó a mirarse en el espejo y observó como su figura había cambiado, como su sonrisa ya no era la misma, como le pesaban las arrugas. Y mientras miraba, le encontró allí, en una esquinita de su piel. Y sonrió, sonrío como sonríen las personas que llevan mucho tiempo sin hacerlo e intentan descubrir la risa.

Hoy hace muchos años tomó su mano por primera vez al igual que sus labios besó. Hoy hace muchos años asomó sus pies al abismo y sin pensarlo dos veces, se dejó caer. Lo que parecía un abismo sin fin, terminó teniéndolo, eso sí, muchos años después.

Le pensó, le pensó como lo hacia todas las noches antes de dormir, recordó ese mágico beso, recordó el romántico centro de aquella ciudad, recordó todas las aventuras de esa noche, recordó cada uno de los lugares por los que caminaron, recordó cada una de las conversaciones, las triviales, las mágicas, las tontas y sonrío, sonrío por segunda vez un mismo día. Sonrío porque el Universo le había regalado un recuerdo, un amor, de esos amores que duran toda la vida.

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Y eso último, querido lector, no sucede todos los días.

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