Nunca he temido a la soledad pero si al olvido, conforme ha pasado mi vida, me he aferrado a mis recuerdos como pequeños salvavidas de mi realidad. Ayer mientras caminaba, me desconecté de todo lo que siempre me ha amarrado y escuché los sonidos de la ciudad, conforme el paisaje cambiaba, me hice consciente de el esfuerzo que se hace al caminar, me concentré en mi respiración, en los latidos de mi corazón.

Con sorpresa noté que en este encuentro con mi cabeza no llegó a mi ningún tipo de recuerdo, caminé por esos viejos lugares que tanto significaron y nada sentí. Con el tiempo he intentado resignificar mi pasado, deconstruirlo y fijarme en qué fallé, aún no sé si lo estoy haciendo bien o mal, sólo sé que lo hago y ya hay ciertas heridas que no duelen.

He intentado valorar mi pasado y entenderlo, pero ya no vivir más en él, estoy intentando vivir en el ahora, sin estar esperando que llegué una fecha en especial para ser feliz, sólo siendo feliz hoy y así cada día.

La felicidad está a la vuelta de la esquina, no hay que esperar a que ella nos busque, se debe caminar, con la frente alta y la esperanza de un mañana mejor.

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